Capítulo 5
Doy vueltas a la delicada pluma negra entre mis dedos. La diferencia de esta pluma con las otras es que esta se está oscureciendo demasiado. Al principio todas las plumas eran blancas perfectas. Hasta su gran tamaño era sorprendente. Dean y yo de pequeños las mirábamos asombrados durante horas, aunque él nunca quería tocarlas, supongo que porque le darían respeto o algo así. No sé, el chico es raro desde siempre. El caso es que después de un tiempo empezaron a tener defectos: Podían tener manchas grises o estar despeluchadas. Normalmente no prestábamos atención a esas cosas, pero últimamente, cada vez están peor.
Llaman al timbre y yo escondo rápidamente la pluma en la manga larga de la sudadera. No quiero que mi madre se alarme, asique no sabe lo de las plumas.
La veo ir hacia la puerta. Sé que la abre porque después veo a Dean reflejado en el espejo del pasillo. Yo finjo que no sé qué está aquí y doy un sorbo a la leche de mi desayuno mientras miro hacia la televisión, disimulando, sin hacerla el más mísero caso, y prestando atención a lo que ellos dicen.
Mi madre ríe por algún comentario que Dean hace y yo pongo los ojos en blanco. Sé que la gustaría que yo tuviese una relación con él. No, no digo que no la caiga bien Ethan, es solo que ella cree que si pasara más tiempo con Dean, él podría proporcionarme algún tipo de protección. Chorradas. Mama, siento decirte esto, pero las historias de los cuentos en las que un apuesto muchacho salva a una bella dama, quedaron atrás hace varios siglos. Además, se cuidarme solita, y tú falta de confianza en mí, me deprime.
-Muchas gracias señora Anderson, -Al haber dejado la relación que tuvo con mi padre, mi madre vuelve a usar su apellido de soltera, por lo que Dean siempre la llama así.- pero debo negarme a su oferta. He desayunado pronto esta mañana.
-¡vaya! –Mi madre parece realmente apenada- si es sábado, no hacía falta madrugar.
-Bueno, quería ver amanecer.
Ambos, ahora, están en la puerta de la cocina. Mamá me hace un gesto en dirección hacia Dean con ojos soñadores y yo finjo ganas de vomitar pillando su indirecta.
Aunque en realidad no siento ninguna gana de vomitar en absoluto. Dean aparece con unos vaqueros azules bastante sencillos, una camisa blanca y una americana negra que parece hecha a medida. Aunque su aspecto es informal, está muy sexy y al mismo tiempo elegante, por lo que bajo la mirada y me centro en mi desayuno para no empezar a babear.
-Ah, no sabía que tuvieses un buen paisaje desde tu casa. –ellos siguen hablando como si nada.
-Bueno, desde toda la casa no. Pero desde mi cocina tengo las mejores vistas de la ciudad.
Mi madre nunca ha estado en su casa, por lo que no es consciente de que las únicas vistas que hay desde su cocina son las de mi habitación.
Yo levanto los ojos. Nuestras miradas se cruzan y el me guiña un ojo. Me ruborizo y vuelvo a bajar la vista sin articular palabra.
-oh, pues podrías llevarnos alguna mañana a verlo.
-Claro. Cuando querías, sois bienvenidas.
Puaj. Las chicas que conozco matarían porque él se fijase en ellas y ahora también, mi madre lo adora. ¿Qué pasa con este chico? Porque tiene que hacer creer a todo el mundo que es perfecto y admirable en todos los sentidos de ambas palabras. Todos lo miran: unos con respeto, otros impresionados, otros solo con curiosidad… Hasta hay algunos chicos que lo miran con celos.
Desde el primer momento en que apareció Dean, supe que en mí, también había creado algo que no sabía describir, no era impresión, pues ya lo había visto antes, aunque no tan detenidamente como aquella vez. No eran celos, porque no sabía quién era, y por lo tanto, tampoco tenía nada que envidiar. Quizá fuese curiosidad, o tal vez fuese todo a la vez. No lo sabía, pero algo dentro de mí lo admiraba y respetaba.
No me gusta admitir eso, y tampoco me gusta que la gente lo mire babeando como si fuesen a hacer cualquier cosa con tal de que él se lo pida. También odio que él finja no darse cuenta de que la gente se pone a sus pies con cada cosa que haga. Y no son celos, es rabia de que tenga la autoestima tan subida y la gente siga alimentando a su ego.
-¿A qué has venido Dean? –digo un poco más brusca de lo que pretendía.
-A recogerte, por supuesto. –Lo miro extrañada sin comprender- Tranquila, no hay prisa. Come tranquila.
Dicho esto, se gira para seguir hablando con mi madre, quien parece encantada. Dejo de escuchar y me levanto de la mesa, intentando pasar desapercibida.
Voy al baño, y me miro en el espejo que esta frente al tocador. Mientras me lavo los dientes me doy cuenta de que a pesar de haberme puesto unos shorts, sigo con su sudadera. Me sonrojo, esta vez, más que antes.
En cuanto término de lavarme los dientes, cojo una toalla y voy corriendo a mi habitación. Me quito la ropa dejando cuidadosamente la pluma debajo de la almohada de mi cama. Me envuelvo en la toalla, miro en el armario y escojo unos vaqueros cortos una camiseta blanca sencilla. Me los llevo al baño junto con ropa interior limpia y me doy una ducha lo más rápido que puedo. Me pongo lo que he elegido con unas sandalias. Vuelvo a mi habitación. Para que el conjunto no sea tan sencillo busco un collar negro dentro del baúl del que saque el cuaderno. Me doy cuenta de que todavía está el folio sobre la repisa de la ventana. Lo quito de ahí recordándome que ahora la pluma está en la cama y que es importante que mi madre no la vea. Lo guardo en el baúl, mientras revuelvo todo lo que se encuentra a mi paso, en busca del collar.
-Hija –Mi madre habla desde la puerta. Sorprendida cierro el baúl de golpe y me siento sobre él, para que mi madre no mire dentro, ya que es donde está el folio. Ella me mira extrañada, pero finge no darse cuenta.- ¿Dónde estabas? Cuando nos hemos dado cuenta de que te habías ido, he venido a buscarte.
-¿y Dean? ¿Dónde está él?
-Comiéndose los restos de tu desayuno. A pesar de no tener hambre es un chico con buen apetito, ¿No crees?
-ya, lo que tú digas. ¿Has visto mi collar negro?
-¿Cuál d…?
-El negro largo de piedrecitas. –digo anticipándome a su pregunta.
-Sí, lo tengo yo. Me lo puse ayer, ¿Por qué?
-Por si me lo podrías dejar.
-Claro, pero vístete mientras lo busco.
Mi madre sale por la puerta. Me levanto del baúl y la sigo a su habitación.
-Tranquila, ya lo busco yo. –Dice al ver que la sigo hasta su habitación- Tu prepárate, no es bueno hacer esperar a un chico en vuestra primera cita.
-¿Qué? –Mi cara en estos momentos debe ser épica.- Mamá, debes saber dos cosas. –ella sigue rebuscando entre los cajones, sin hacerme caso- La primera es que estoy saliendo con Ethan, no con Dean, por lo que esto no es una cita. De hecho yo no esperaba verlo hoy. La segunda es que voy a ir así vestida, por lo que deja de decirme que me preparare de una vez, ¡Ya lo estoy!
-¿Qué? No. Ni hablar. –Mi madre coge un collar diferente al que la he pedido y me lleva hasta mi cuarto, dirigiéndome por el pasillo con sus manos sobre mis hombros.
Cuando entramos en mi habitación, ella sale, un segundo, se asoma por el pasillo dirigiendo la mirada hacia la cocina y cuando comprueba que todo está en orden, entra y cierra la puerta a sus espaldas.
-Cariño, creo que no te das cuenta de que es Dean Canterville el que espera en la cocina a que estés lista para iros a quien sabe dónde.
-¿Y? –Que mi madre diga su nombre completo me sorprende ya que él, ha sido como un hijo para ella desde que se mudó a la casa de al lado y empezamos a ser amigos.
-Pues que no puedes hacer como si nada. –entrelaza sus manos con las mías como si fuese a decirme algo importante- Cielo, creo que ya sabes que nadie sabe lo que tiene hasta que carece de ello, y tú no puedes permitirte perder a Dean.
-¿Por qué no?- Alzo una ceja.- Mamá, pareces una quinceañera enamorada. ¡Compórtate!
-Pues porque ahí fuera –señala hacía la ventana, por lo que imagino que se refiere a la calle-, hay miles de chicas que desearían tener la misma suerte que tú. Chicas que estarían súper contentas si tuviesen la oportunidad de tener una cita con él.
Pongo los ojos en blanco.
-ni él es un Dios, ni esto es una cita.
-Vale vale, solo digo que se cómo le miras. Por si te complace, deberías de saber que es la misma forma en la que él te mira a ti, pero los chicos no suelen esperar mucho tiempo, y vas a empezar a perder tu oportunidad si sigues actuando como si nada.
-¿Qué quieres decir?
-Antes erais niños y daba un poco igual, pero ahora sois una parej…
-Mamá…
-Vale, vale. Ahora sois unos amigos que se tienen mucho cariño –alza una ceja en modo de pregunta, y yo asiento porque son mejores palabras que “pareja”, por lo que continua- pero lo que sentís es muy fuerte. Habría que estar ciego para no darse cuenta. Y por si no lo sabias, hoy no ha entrado en casa a preguntarte si querías ir al parque a llenarte de barro jugando como cuando erais niños. Ha entrado preguntándote si te apetecía dar un paseo con él. La diferencia es grande.
-La única diferencia que yo veo es que según tú, me ha preguntado si me apetecía, y en mi opinión, ha entrado diciéndome de irnos sin darme tiempo a decir que no.
-quizá dijese yo que si por ti. –mi madre me mira avergonzada.
-¿Qué has hecho que?
-Me preguntó nada más llegar si tenías la mañana libre para salir con él. No veía motivos para negárselo, y te he hecho un favor.
Wow. Ha sido clara, precisa y directa.
Si lo pienso, ambas somos conscientes de que sí que me ha hecho un favor. Creo que incluso Dean es consciente de ello. Si me hubiese preguntado a mí de salir yo le habría dicho que no, por Ethan, pero al haberle pedido permiso a mi madre y ella acceder, la cosa cambia, ya que solo es una vuelta obligada por mi madre, con el vecino solitario de enfrente.
-Vale, está bien. Gracias, supongo. –ella sonríe.- Pero sigo sin entender que he hecho tan mal para que me des todo este sermón.
-¿No lo entiendes? Te has vestido como si fueses a jugar a un parque tirada en el suelo, llenándote de arena. Vuestra relación no avanzará si tú te empeñas en quedarte atrás.
-¿Y qué propones? ¿Que vaya desnuda para que el aprecie que he dejado atrás toda mi inocencia?
-¡NO! –Mi madre se dirige a mi armario- Simplemente digo que te arregles un poco. Sé más atrevida. Se supone que él pretende sorprenderte, por eso ha venido aquí sin avisar. Sorpréndele tú. –Abre el armario y saca un vestido- ¿Por qué no te pones este? En la tienda te encantó, pero aun no te lo has puesto ninguna vez.
Es un vestido blanco. Tiene barias capas. La primera capa es un forro que hace que no haya transparencias, la segunda es la capa blanca que le da color y la tercera, es una capa muy fina de encaje blanco que recorre todo el vestido. Es corto. Demasiado. Muy por encima de las rodillas. Los vuelos de la falda terminan justo debajo del pecho, que es bastante ceñido. No tiene tirantes por lo que deja libre todo el cuello al descubierto para ponerme una gargantilla.
La verdad es que el vestido es precioso y solo imaginar que Dean me ve con el puesto hace que me ponga nerviosa.
-¿Y qué pasa con Ethan, mamá? –Mi madre descuelga el vestido de la percha y lo tiende sobre mi cama.
-No lo sé. Dímelo tu ¿Qué es lo que pasa con él? –alza una ceja acusándome.
Me quito los pantalones mientras medito la respuesta y cuando termino, añado:
-Pues no lo sé. La verdad es que le quiero, le tengo mucho cariño y es un chico encantador. Estamos muy bien juntos, pero…
Mientras me quito la camiseta me callo, esperando así que mi madre sobreentienda lo que iba a decir y no me haga pronunciar esas palabras.
-¿pero…?
Me molesta que mi madre me torture de esta manera.
-Pero lo que siento por Dean es mayor.
-¿Entonces?
Ella desabrocha la cremallera del vestido mientras yo estoy en ropa interior justo en el centro de mi habitación. Involuntariamente miro por la ventana y veo a través de la cortina un poco de la cocina de Dean. Me dan escalofríos con solo pensar que podría estar mirando por esa cocina ahora mismo, pero se me corta la respiración al darme cuenta de que en realidad sigue en nuestra casa a tan solo un par de metros de mí. De repente me siento vulnerable y me acerco hasta mi madre, evitando así ver la ventana, y con ello las vistas de su cocina.
-Mamá se lo que pretendes, pero no podemos estar juntos.
-¿Por qué?
Me ayuda a meter la cabeza y los brazos por el estrecho vestido
-Es ilegal. –susurro lo suficientemente bajo como para que me escuche, ahora que esta cerca.
-¿Y por ello te aprovechas de Ethan?
-¡No me aprovecho de Ethan! Te he dicho que le quiero.
-pero no tanto.
Me abrocha la cremallera y se acerca a mi armario, esta vez para coger unos botines de tacón marrones con pequeños circulitos blancos
-Oye, ¿En qué quedamos? Eres tu quien me está diciendo que me ponga guapa para otro.
Me pongo los zapatos. Ahora soy más alta que mi madre.
-En mi opinión debes salir y olvidarte de todo por un día. La situación te está superando. Cuando vuelvas estarás más despejada y te será más fácil decidir.
Se coloca tras de mí y me pone la fina cadena alrededor del cuello. Cuando termina de abrocharlo me da la vuelta para quedar frente a frente y me observa.
-estas preciosa.
-Gracias.
Las dos puertas de mi armario son espejos por lo que puedo comprobar, desde donde estoy, aun con mi madre por medio, que es cierto.
En ese preciso instante llaman a la puerta.
-¿Señoritas? –La voz de Dean, hace que deje de mirarme y busque ayuda con la mirada, en mi madre, quien tiene una expresión de plena confianza. Eso me reconforta.- Se hace tarde.
Mi madre se separa de mí y va inocentemente hacia la puerta y la abre.
-Perdona Dean, no pretendíamos hacerte esperar.
Desde el espejo que tengo enfrente puedo comprobar que sale por la puerta dejando esta completamente abierta, y no se va sin invitar antes a Dean entrar en la habitación.
-Wow. –En este momento es él que se ve vulnerable y yo sonrío para mis adentros.
Dean se limita a cruzar la puerta, pero no se atreve a pasar más. Nuestras miradas se cruzan a través del espejo, ya que yo no me he movido y sigo de espaldas a la entrada. La expresión de su rostro es tan intensa que me hace desviar la mirada incomoda y muy sonrojada. Nunca le había visto tan sorprendido. Esta anonadado, desconcertado, y yo me siento eufórica. Por fin se podría decir que estamos a la misma altura. Intento reunir toda la indiferencia de la que soy capaz, ignorando las mariposas de dentó y me acerco a la cama. Saco la pluma y la guardo en un bolsito marrón que me dejó preparado mi madre sobre la cama antes de irse, me doy la vuelta y miro a Dean.
-¿Nos vamos?
-Wow. –repite.