Capítulo 4

La suave luz que entra a través de las cortinas de mi ventana me despierta, y por unos segundos, creo estar entre sus brazos. Si, han sido tan solo unos instantes, pero imaginarlo, me ha hecho desearlo con todas mis fuerzas. Doy la vuelta entre las sabanas haciendo que la luz, que antes daba contra mis hombros y parte de mi espalda, ahora ilumine mi cara. Abro los ojos. Una pequeña brisa de aire fresco invade por unos momentos la habitación, haciendo así, que las cortinas hagan libres olas con movimientos balanceantes. Escucho un pequeño ruido de algo deslizándose por el suelo por culpa de la suave corriente, por lo que miro al lugar del que procede. Hay otra pluma en el centro de mi habitación, que ha sido arrastrada hasta ahí. Y otra más saliendo de debajo de mi cama.

Me levanto desperezándome y voy hacia el centro de mi cuarto, donde me agacho y la cojo. Me pongo de pie sin soltarla. La doy vueltas entre mis dedos echándola un vistazo. El suelo esta frio bajo mis pies descalzos, pero las zonas por las que los rayos de sol se han posado, están algo más calientes. Arrastro los pies desnudos, por el suelo en busca de una zona no tan fría, sin apartar la vista de la pluma. Es blanca. De un blanco tan brillante que parece desprender luz propia. Sin embargo hay algo que la hace inquietante en vez de bonita o admirable. Su cálamo es negro. Completamente negro. No es gris o marrón, sino un negro mate. Nunca había visto nada igual. De su cálamo salen pequeñas venas uniformes que se esparcen por el aspa de forma desigual, quitándole parte de su perfección.

Me acerco a la ventana y me pongo de puntillas para llegar al pomo y cerrarla. Justo cuando me doy la vuelta, escucho un silbido. Me giro. Mierda. Dean. Olvide que su cocina tiene vistas a mi ventana y viceversa. Seguro que tengo los pelos de loca…

No abro la ventana de nuevo, pero cojo un pequeño cuaderno y un rotulador que tengo sobre un baúl al lado de la ventana y escribo en grande “BUENOS DIAS”, y lo apoyo contra el cristal para que lo lea.

Él sube el tono de voz haciendo así que yo pueda escucharlo aunque mi ventana permanezca cerrada:

 -¿este trato lo tienes con todos los vecinos o solo conmigo? -¿Qué? hago una mueca y me encojo de hombros haciéndolo ver que no lo he entendido y el me señala como aclaración.

Me miro sin entender y lo comprendo. Tan solo llevo una camiseta que me llega por los muslos. Mierda. Lo peor no es que solo lleve una camiseta, lo peor es que esa camiseta sea de Dean y él ahora sepa que la uso para dormir.

Me sonrojo y cierro la cortina de golpe. Sé que aún me puede ver, ya que es una cortina blanca muy fina, pero algo es algo. Rápidamente paso la página del cuaderno y vuelvo a escribir.

Cojo un pedazo de celo y pego la pluma en la hoja. Y dejo el cuaderno sobre la repisa de la ventana para que lo lea: “¡DEJA DE ACOSARME! POR CIERTO, MIRA…” a continuación del “mira”, está la pluma pegada.

Me acerco a mi cama mientras él lo lee. Me arrodillo en el suelo y levanto la colcha, dejando ver un montoncito de plumas y polvo que hay entre el suelo y la cama. Meto la pluma debajo de la cama. En el suelo, debajo de esta, hay plumas. Las ha habido desde casi siempre. Todas son blancas brillantes, pero con el paso de los años la gran mayoría se ha transformado en cenizas. Las que no son cenizas, son tan frágiles que se rompen al rozarlas. Esas son grisáceas. También las hay más recientes, las cuales eran blancas pero están oscureciendo. Son algo más resistentes, aunque pasados unos días, ya no lo serán tanto.

Me pongo de pie y vuelvo a la ventana.

Dean está pálido. Ni siquiera dice una sola palabra. Una mirada de complicidad me hace creer que por un momento está mucho más cerca, en la habitación conmigo.

El problema no está en que haya una pluma, sino en que cada vez haya más. Eso hasta ahora no había supuesto un problema muy grande, pero que su cálamo sea negro cambia las cosas.

Él suspira y yo asiento con la cabeza.