Capítulo 2
Me cuelgo mi mochila de un solo hombro, y salgo de clase.
Son las dos de la tarde y mis tripas se han dado cuenta de eso. Le prometí a mi madre, ir directamente a casa, pero antes hare una pequeña pausa en la cafetería del instituto. Igualmente ella está trabajando, por lo que no notara mi ausencia por ese rato.
Sigo por el largo pasillo lleno de estudiantes y profesores, hasta las puertas del comedor. Normalmente no me gusta venir aquí, pues hay mucha gente y apenas conozco a nadie. Entro y me dirijo hacia una de las máquinas expendedoras de comida embolsada y cojo una chocolatina. Sé que no me quitara el hambre, pero teniendo en cuenta la larga cola que hay para tomar algo de comida que haya pasado por un microondas primero, esto bastara para hacer el camino a casa más fácil y menos largo, y además, así me contendré, para no comerme a nadie.
Algunos chicos me saludan ladeando la cabeza o haciendo un gesto con la mano, mientras me dirijo, ahora sí, hacia la salida. Les sonrío tímidamente como forma de saludo. En realidad no los conozco, pero deben de ser amigos de Ethan. Supongo que ser la novia de uno de los mejores jugadores del equipo del instituto, te hace popular entre el resto del equipo, y en el instituto en sí.
Salgo por la puerta del gran edificio. Solo me queda atravesar el patio, y salir por la verja para estar fuera de esta tortura hasta el lunes. Le veo hablando con dos de los chicos que me saludaron a mí, hace tan solo un par de minutos, y con tres más. Están un poco apartados pero me ven. Ethan me sonríe y hace una inclinación de cabeza para que vaya con ellos, pero yo me niego: Me da vergüenza, y él está con sus amigos, no me voy a entrometer, y eso él lo sabe. Me hace un gesto que interpreto como "luego te llamo", llevándose el dedo meñique y el dedo gordo al oído, y yo asiento. Le lanzo un beso y el me lanza otro a mí, como una de esas parejas cursis, y yo sigo andando hacia la puerta abriendo la chocolatina.
No he terminado de darle el primer mordisco, cuando lo diviso entre la multitud y se me quita el hambre. Dean. Un pie sobre el suelo y el otro apoyado en el muro del instituto, pisando la pared. Sus brazos cruzados sobre el pecho, con su imponente chaqueta de cuero negra, sobre ellos. Su cuerpo levemente inclinado hacia atrás, haciendo que su espalda roce suavemente el muro. Tiene el mentón ligeramente levantado sobre la verja que nace del muro, mirando a su alrededor con superioridad. Todo él me irrita.
Uf. No quiero que me vea, pero sé que lo hará: ha venido a verme, y además está pegado a la puerta mirando a cada persona que pasa. Con indiferencia, pero mira a todos y cada uno de esos estudiantes que salen por esa puerta, y el único motivo por el que lo hace, es que me está buscando.
Bien, cuanto antes me lo quite de encima mejor. Camino unos pasos vacilantes mientras muerdo lentamente el trocito de chocolatina que tengo en la boca. Podría saltar el muro -el cual solo me llega por los hombros, más o menos- y después cruzar la verja que se alza al final de él y solo tiene un par de metros de alto. Saboreo esa idea, pero al final suspiro dándome por vencida: Que una chica llegase de esa forma al otro lado del instituto, seria sospechosa y llamaría la atención de cualquiera que me viese, pero sobre todo la suya. Además no podría cruzar con la chocolatina en la mano.
Voy a la puerta con pasos firmes, fingiendo una decisión y una seguridad en mi misma que no tengo. Doy otro mordisco a la chocolatina un poco más grande esta vez y me meto entre toda la gente que está saliendo.
Miro hacía Dean y por un segundo creo que nuestras miradas se cruzan, pero alguien se pone por medio y evita que pueda verlo. Cuando el obstáculo se aparta, miro hacía donde debía estar Dean, pero ahí ya no hay nadie. Confusa miro a todas partes en su búsqueda, mientras sigo andando entre la multitud, que como la marea, me arrastra hacia la salida. Unas manos firmes se apoyan sobre mis hombros, dirigiéndome hacia la salida, un poco más rápido de lo que iba yo antes. Esas manos, son sus manos, las de Dean. Lo noto en el largo de sus dedos, a ambos costados de mis hombros, o en la forma en la que las palmas de sus manos se ciñen sobre mí en un suave apretón. También lo noto porque vamos más rápido, es como si el pelotón de gente que se agrupa en la puerta para salir lentamente, le abriese paso haciéndose a un lado. Es un efecto que ocurre a menudo cuando Dean está cerca, el crea eso en las personas. Pero eso es por la seguridad que tiene en sí mismo, eso debe de imponer en las personas.
Normalmente la seguridad de una persona, hace que las que lo rodean también se sientan un poco más seguras, pero con él es distinto. Tiene cierto misterio que implica peligro, y eso a la mayoría de las personas les crea inseguridad.
Salimos, por fin, pero él sigue dirigiéndome por detrás hasta que me sitúa frente a su moto. Me rodea para situarse frente a mí, quedando por delate de su moto.
Mira el reloj de su móvil.
-¡Wow! ¡Diez minutos tarde! -Dice fingiendo asombro-¿Acaso estas retrasando tu llegada a casa? -Dean se acerca a mí, pero apenas noto sus pies moviéndose por el suelo, es como un felino- ¿Qué será lo próximo? ¿Negarte a comer las verduras? ¿No hacer los deberes? O mejor, ¿Escaparte con tu novio para no ir a clase?
Sé que las cosas “Malas” que ha dicho tan solo son leves estupideces, pero que yo nunca sería capaz de hacer, por los altos niveles de cargos de conciencia a los que me llevarían. Pretende enfadarme, pero no voy a entrar en su juego.
-¿Qué quieres, Dean? -Digo resignada a tener que aguantar sus tonterías el resto de mi vida.
-Solo quiero que te des cuenta de que no eres tan buena como me haces creer. Pretendes serlo: Es porque está bien visto, ¿no? Porque si no lo haces, te miran mal o, yo que se… ¿Sabes?, Yo antes era como tú, pero ya no. He encontrado mi lugar, ahora puedo ser yo mismo sin preocuparme en si alguien aprobará o no mis actos. No quiero que tu tengas que ser una “Niña buena” por un estereotipo.
-Si fuese buena, –digo tajante- ya te habría entregado.
Alza una ceja mirando la mano en la que sujeto el envoltorio de la chocolatina.
-Tu madre te dijo que fueses directamente a casa, pero doce minutos más tarde de tu hora de salida, aquí estas.
-Solo he parado para comprar una chocolatina -pongo los ojos en blanco mientras doy otro mordisco- Además, eres tu quien me está entreteniendo.
-¿Sabes la cantidad de azúcar que eso lleva?
-Sí. Por eso lo compro.
-¡JÁ! ¿Ves como no eres tan sana o perfecta como quieren que seas? Tu instinto te pide travesuras –me quiña un ojo y por la manera en la que lo dice, me da la sensación de que ha cambiado de tema. Su sonrisa seductora hace se me aceleren las pulsaciones - No prives al instinto. –eso último es un suave susurro que hace que se me hiele la sangre.
Tengo novio, Dean -titubeo-, y no eres tú. –Esto último lo digo más seria.
-¿Y quieres otro? -Alza una ceja, poniendo esa estúpida cara seductora otra vez.- No soy celoso.
Suspiro irritada por la cantidad de estupideces que puede soltar en solo unos minutos.
-Vamos a casa, ¿Quieres? –Si hay algo que se me da bien, es cambiar de tema cuando me conviene.- No quiero llegar tarde.
-déjame llevarte a casa –se cruza los brazos sobre el pecho.
-¿Qué?
-En mi moto. –Señala con la cabeza la Midnight Star que tiene detrás de él.- Déjame llevarte a casa.
-¿Acaso tienes edad para tener eso? -esta vez soy yo quien se cruza de brazos.
-¿Tanto te importa? -vuelve a alzar la maldita ceja.
Esa ceja levantada me mira acusadoramente diciendo “¿Otra vez vas a empezar a fingir ser una niña buena? Vamos, déjate de estupideces.” Agh. Odio que haga eso. Es como si intentase que yo fuese como él, pero yo tengo obligaciones y cosas más serias a las que dedicarme, no tengo tiempo para estupideces.
-está bien -pongo los ojos en blanco- pero yo llevo el casco.
Doy el último mordisco a mi chocolatina y tiro el envoltorio al suelo, fingiendo indiferencia porque soy consciente de que Dean me está mirando. Me quito la mochila del hombro y se la entrego –Bueno, más que dársela le empujo con ella en el pecho obligándolo a cogerla-, justo cuando paso por delante de él para ir -con pasos decididos- hasta la moto y sentarme en la parte de atrás.
Sinceramente, no sé cómo va a llevar la mochila mientras conduce, pero ese no es mi problema. Para llevarla yo, que la lleve el ya que la "brillante idea" de ir en esa moto ha sido suya.
Segundos después de pensar eso, me doy cuenta de lo infantil que debo de parecer al tener esta rabieta de niña pequeña, y más porque el motivo es que me está diciendo que soy todo lo contrario a él, debería de sentirme orgullosa por ello y no tener rabia o frustración.
Pero aunque no lo quiera creer, la verdad es que estoy celosa. No quiero admitirlo, pero me da celos. Ojalá pudiese vivir como él: Sin preocupaciones u horarios. Sin tener que ir a clase o estudiar. Sin exámenes o deberes... Él vive para él mismo, dedicando su vida a sus aficiones. Y lo mejor de todo eso es que no lo hace por ser egoísta, lo hace porque no necesita tener obligaciones. No es de esas personas con una agenda que tienen los minutos contados para todo y que hacen las cosas contra reloj, el hace las cosas despacio, disfrutando y saboreando cada una de ellas, tomándose su tiempo, y si lo que tuviese que hacer hoy no lo hace, ya lo hará mañana. Me gusta su forma de vida, y él sabe cuánto lo envidio, pero por más que me lo diga, yo no puedo dejar a un lado mis responsabilidades.
Me mira con una sonrisa torcida y después mira al suelo, donde yo he irado el envoltorio de la chocolatina. Para mi sorpresa, se agacha –Pero no lo hace como lo haría cualquier chico normal de mi instituto doblando la espalda, sino que dobla las rodillas quedando en cuclillas, mostrándome sus movimientos agiles y confiados.-, lo coge y lo levanta enseñándomelo.
-Las señoritas no tiran papeles al suelo. –Se da la vuelta y lo tira en la basura más próxima, con ese estilo suyo que hace que te pares a mirarlo hasta por hacer la cosa más simple, como tirar un papel.
Se podría decir que tengo la boca tan abierta por lo que ha hecho que cualquiera pensaría que se me ha desencajado la mandíbula. Es tan contradictorio que vuelve a darme rabia. Solo pretende mosquearme.
Se acerca con pasos elegantes hacia mí y me roza con los dedos la barbilla cerrándome la boca y guiñándome un ojo. Acto seguido se sube a la moto con la mochila colocada en la parte delantera de su cuerpo, apoyada en su definido abdomen.
Agarra el manillar de la moto con ambas manos pero no enciende el motor. Estoy segura de que espera que me agarre a él como una de esas chicas débiles e inútiles de esas películas cursis que necesitan a ese chico duro para sobrevivir. Puaj.
Me agarro a la parte trasera de mi asiento, donde apenas no hay prácticamente nada firme a dónde agarrarme, pero que es mejor que su tentador abdomen, ya que no haría otra cosa que engordar su ego.
El me mira y se ríe negando con la cabeza mientras vuelve la cabeza hacia el frente y mete la llave en su lugar, encendiendo, ahora sí, el motor.
-Relájate y disfruta –me dice irónico, haciéndose una idea del miedo que tengo por no agarrarme lo suficientemente bien
-Dame el casco, Dean.
-No tengo –responde sencillamente- Cuando uno alcanza la confianza plena de sí mismo no necesita protegerse.
¿Insinúa que no confió en él o quiere que le agarre? Oh, vamos. ¡Pero si siempre lleva el casco en el pequeño maletero que hay bajo mi asiento!
-¿Y qué pasa con el resto de los conductores? ¡Podría pasarnos algo en cualquier momento!
-Curioso que utilices la palabra pasarnos, cuando quieres el casco para ti sola. ¿Nadie te ha dicho lo malo que es el egocentrismo? O los dos, o ninguno, y solo tengo un casco, que desgraciadamente he olvidado en casa. –su tono irónico sigue aquí, por lo que sé que lo del egocentrismo no va enserio y que solo se está divirtiendo.
Ambos sabemos que nunca he montado en moto y que hacerlo me aterra, pero que no quiero decírselo porque tengo un orgullo demasiado grande, pero él lo sabe, y va a torturarme hasta que le suplique por el casco o hasta que finalmente me agarre a él en busca de protección. Pero no voy a darle tal satisfacción. Como digo, mi orgullo es demasiado grande.
-¿Y a qué esperas? -digo lo más tranquila que puedo fingir que estoy- al final voy a llegar muy tarde a casa, ¡Y tengo planes!
Dean reacciona: arranca la moto y sin avisarme, acelera a una velocidad de vértigo que me hace pegar un grito y agarrar mucho más fuerte lo que sea que estoy agarrando para no caerme. En cuanto sale del aparcamiento del instituto, gira la cabeza riéndose, mirándome así, un par de segundos antes de centrarse otra vez en la carretera.
Sonrío. A cualquier chica que viese a Dean, se le caería la baba y no podría dejar de mirarlo, lo cual a mí a veces, me cuesta dejar de hacer. Sé que esto no hace otra cosa que subirle el ego a unos niveles sobrenaturales, pero la verdad es que muchas veces he fantaseado con él, y no sé cómo, pero lo sabe. Y yo también sé que él ha fantaseado mucho conmigo, porque me lo dice. Lo bueno de la relación que sea que tengamos, es que a pesar de que nosotros nunca podremos estar juntos, ambos somos conscientes de ello y lo aceptamos. Y aunque nos duela, no podemos estar juntos porque tenemos un secreto.
-¿En qué piensas? –Alza la voz para que yo pueda escucharle por encima del ruido del motor- Apuesto a que estás pensando en todas las aburridas cosas que debes hacer cuando llegues a casa, en vez de concentrarte en este precioso paseo.
Supongo que algo de lo que más me fascina de él, es que vive el momento. No se para a pensar en lo que hará dentro de cinco minutos, porque eso aún no va a pasar. Es el futuro, así que durante los cuatro minutos anteriores a ese cinco, estará disfrutando plenamente de lo que esté haciendo y justo unos segundos antes a ese minuto, decide que hacer.
-En realidad –digo alzando yo también la voz-, estaba pensando en ti.
Al decirlo en un tono irónico, el piensa que estoy de broma. Lo que no sabe, es que realmente estaba pensando en él.
-Pues ya somos dos –Dice torciendo por na calle muy cercana a nuestras respectivas casas- Yo también pensaba en lo fascínate que soy.
Pongo los ojos en blanco, sonriendo y niego con la cabeza. No, no tiene remedio.