Capítulo 1
Mi nombre es Amberley Brooks. Aunque la mayoría me llama Amber. Vivo con mi madre, Kate, y a diferencia de casi cualquier adolescente con padres separados, yo veo al mío casi todos los días. Se llama Valentine y tiene un humor un tanto especial.
Voy a un instituto normal, con alumnos y profesores normales, y mi novio, también es normal.
Sin embargo yo no lo soy.
-Señorita Brooks- Escucho la voz de uno de los que pocos que saben parte de mi secreto: Will- Acompáñeme, por favor.
Supongo que sabe algo de mi secreto, porque el suyo prácticamente es igual. De hecho todo los que estamos aquí tenemos secretos similares.
Will tiene diecinueve años y yo tengo dieciséis, pero eso no nos impide ser grandes amigos. Aunque dentro del centro, no podemos tutearnos ya, que según no sé cuál norma, todo el mundo dentro del centro deberá hablarse con su debido respeto. Eso es algo que yo no entiendo, pues Will es mi amigo y yo nunca trataría de ofenderlo o le faltaría el respeto, algo que al parecer aquí, no se entiende porque hay que seguir unas normas de convivencia y blablablá ¡Uf! ¡Menudo royo…!
En realidad, aquí todos somos amigos, todos sin importar la edad. O al menos, eso es lo que nos obligan a creer.
Digan lo que digan, yo solo tengo dos amigos aquí dentro: Will y el señor Bowell, al resto les podría considerar aliados.
Le sigo y por el pasillo.
Son las diez de la mañana. Ya debería estar en clase desde hace más de 2 horas. Por suerte mi director tampoco es normal. Es un infiltrado. Como yo.
Entro la sala que mi amigo me indica mientras él se queda fuera. La puerta se cierra y me veo sola en una sala con la única compañía de una silla. La sala estaría completamente vacía de no ser por esa silla tan grande en el centro. No es una silla normal, es... parecida a la que usan los dentistas, pero ésta, no me da miedo.
Sin embargo, algo en esta sala me crea inquietud: la sala es demasiado grande para tener solo una silla y tanto espacio vacío, que podría ocuparse para cualquier otra cosa.
-Siéntate- escucho la voz de uno de mis superiores saliendo de las paredes. Su voz es firme y seria.
Obedezco sin rechistar.
Dos segundos más tarde, la pared que tengo delante deja de aparecer una fría pared y se transforma en un cristal. Las otras tres paredes y el techo, son de un estético y duro metal que hace de este sitio un lugar frío y calculador, y el suelo... bueno, eso no sé de qué está formado.
Se podría decir que estoy encerrada en una caja o cubo que se cerraría herméticamente de no ser por la puerta y el cristal que me comunican con el exterior.
Al otro lado del cristal hay una sala de control.
Me esfuerzo por no parecer nerviosa. Están grabando y estudiando todos y cada uno de mis movimientos, pero es por mi bien. En realidad este es el único sitio en el que me puedo sentir segura. Al otro lado veo a Will que me mira preocupado. Cuando se da cuenta de que lo estoy mirando, hace gestos con la intención de relajarme, a pesar de que creo que él los necesita más que yo. Junto a mi amigo, hay otro señor. Creo que la voz que sale por las paredes es suya, pero no lo sé con certeza. Solo he hablado con él durante estas intervenciones, y no sé si las voces son grabaciones. No sé su nombre pero creo que tiene unos treinta y cinco años aproximadamente. Él también me mira preocupado, supongo que ambos tienen motivos.
-Cuéntanoslo otra vez- Su voz resuena por las paredes. Se colocan unos cascos cada uno, lo que les permite escuchar todo lo que ocurre en la sala y prosigue- ¿qué es lo que recuerdas?
Cierro los ojos, pero en vez de ver una vacía oscuridad, un millón de imágenes pasar por mi mente en un remolino de confusión. Pasan tan rápido unas detrás de otras, que no soy capaz de concentrarme en ninguna, solo puedo ver pequeños detalles de recuerdos.
-Su primera aparición fue el hospital- digo más formal de lo que esperaba.- Me iban hacer una sencilla operación. - me doy cuenta de que no debo de estar ayudando mucho, por lo que vuelvo a intentarlo. - Yo tenían los 8 años, y por culpa de mi hiperactividad, la sedación no hizo suficiente efecto, por lo que también me anestesiaron. -Eso no lo recuerdo, pero mi madre me lo dijo hace tiempo. Sé que no es esencial pero supongo que es importante para que sepan qué ocurrió. –Cuando la operación terminó, yo no despertaba. Llevaba mucho tiempo dormida. De hecho hacía más de diez minutos que debía de haber despertado, según calcularon los médicos. Yo quería despertar pero no podía.
Hago una pausa. Debo de medir muy bien las palabras que voy a usar y la información que voy a ofrecer a continuación, no quiero que me descubran o que sospechen lo que oculto.
Recuerdos de mi ángel de la guarda me asaltan: Sus preciosos ojos, su perfecta sonrisa, la curiosidad que desprendía su mirada... esto ocurrió hace ocho años, pero lo recuerdo como si hubiese sido esta mañana. Recuerdo como me dieron ganas de que me acogiese entre sus brazos y dormirme en ellos. ¡Era tan cálido y yo tenía tanto frío...! Pero después dijo todo eso de huir con él y me dijo su nombre y... me asuste. También recuerdo cuando salí de ese túnel y el exterior era un desértico descampado lleno de gente que vagaba sin rumbo. Gimo tratando de quitar esa imagen de mi mente. He intentado ignorarlo y sacarlo de mi mente millones de veces sin éxito.
-¿Señorita Brooks? -La voz de mi superior al otro lado de la cabina me devuelve a la realidad- ¿Se encuentra bien?
Abro los ojos. Me cuesta acostumbrarme a la luz de la sala, pero cuando lo hago me fijo en las dos personas que están al otro lado de la cabina. ha debido de pasar un intenso y largo cuarto de hora. Al menos eso dice el reloj que hay en la pared, justo encima de la cabina.
Will muestra su alivio al momento.
Miro mis manos y me veo agarrando tensa y firmemente los apoya brazos de la silla
-¡Menos mal que estas bien! ¡Llevas media hora ahí sentada con los ojos cerrados sin decir ni una sola palabra! -El otro señor mira a Will cabreado y mi amigo le devuelve la mirada arrepentido- eh... Quiero decir... yo... -me mira- Perdona, señorita Brooks.
Uf. Todo ese rollo del respeto... Pongo los ojos en blanco.
Esta vez es el otro señor el que habla:
-Por favor, ¿podría decirnos que es lo que recuerda de ese día?
Me obligan a sentarme una y otra vez en esta silla semana tras semana desde hace varios años y me piden que les cuente que es lo que recuerdo de la que creen que fue la única vez que vi a aquel niño. No pienso contarles la verdad, y dudo hacerlo algún día. Les será inútil seguir sometiéndome a esto y mucho menos si yo no colaboro y ellos creen que si. Pronto se darán por vencidos, entenderán que mi mente ya olvido esos recuerdos de mi infancia y que quedara en el pasado, espero.
-Claro. -les muestro una falsa sonrisa a ambos. Me duele mentir a Will, pero no tengo otra opción. Él insistió en venir.- Era apenas un niño. Le vi en túnel. Decía ser mi ángel de la guarda, pero sé que es un demonio. Se llamaba Isays y esa fue la única vez que le vi. Lo que más recuerdo de él, sobretodo en mis pesadillas, son sus profundos ojos negros. Nunca había visto unos igual.
-¿Esa fue la única vez que le vio?
-Sí, -miento- pero desde entonces entra en mis pesadillas cada noche -Digo finalizando la conversación.
-Vale, eso es suficiente por hoy. Muchísimas gracias señorita Brooks, haremos todo cuanto esté en nuestras manos por ayudarla.
Entiendo su preocupación por mí, incluso me alaga, pero, que mi ángel de la guarda sea un demonio tampoco es tan malo, ¿No? Me refiero a que, si he sobrevivido quince años así, ya debería considerarme inmune a sus efectos. Es como un virus: Si no te pones enfermo cuando lo tienes delante, significa que tu cuerpo tiene algo que evita que te contagies y que te es indiferente su presencia, por lo que es como si no estuviese ahí.
De repente siento nauseas. Necesito salir de esta sala cuanto antes.
Odio mentirles, pero no tengo alternativa. Siento tanta angustia y presión en mi interior, que me resulta muy raro lo grande que me parecía la habitación hace media hora, y lo pequeña que me resulta ahora. Es como si la habitación hubiese encogido hasta ser una sala claustrofóbica. Necesito salir a coger aire siempre.
Me levanto al mismo tiempo en el que escucho un zumbido que me avisa de que están abriendo la puerta.
Salgo de la sala resoplando.
-Vamos Amber- Will me persigue por el pasillo. al parecer ese resoplido al pasar por delante suya no ha sido suficiente indirecta como para que entienda que quiero estar solas.- Debes recordar algo más...
Es cierto, lo hago. Pero es algo de lo que llevo tiempo encargándome de que nadie más sepa.
-Pues no -finjo ofenderme, como si para mi fuese muy importante saber la verdad. Una verdad que ya se. Que solo él -mi demonio- y yo sabemos.
Llamo a uno de los despachos que hay a ambos lados del pasillo, y acto seguido como si estuviese haciendo una locura, Will se aleja susurrando algo sobre que no debería de interrumpir en esa habitación siempre que se me antoja. la puerta se abre.
-Necesito ir a clase. Ya llego tarde.
Ni hola, ni buenos días... Sí, lo sé. Seguro que parezco una pedazo de borde repelente. De hecho, algunos podrían considerarme la niña mimada de la CIA, pero no me importa. Si alguien se atreve a decir eso, significa que no me conoce también como para que me importe su opinión, y si es alguien cercano a mí, no debería de tener motivos para pensar eso.
-Claro, Amberley - El señor Bowell, me sonríe amable como todos los días, haciéndome sentir culpable por hablarle así.
Entra en su despacho y veo que coge su chaqueta mientras mira la hora en su reloj de pulsera.
-Solo son las once, hoy has tardado podo.
Sé que solo es un comentario, pero ese comentario significa que me controlan tanto como para saber cuánto tardo en hacer no sé qué cosa y a saber que más.
-Practica adquirida por la repetición de lo mismo cada semana- Respondo.
Él no dice nada mientras salimos del edificio y montamos en su coche.
Él se monta en el asiento del conductor, y yo me monto en uno de los asientos de atrás, justo en el que está detrás de él.
Normalmente suelo sentarme en el asiento del copiloto, pero hoy necesito algo más de espacio. Hacía tiempo que no recordaba tan bien ese día, y mucho menos con tanta precisión. Quizás lleven razón y forzarme ha pensar en lo mismo una y otra vez haga que me acuerde mejor. Pero igualmente no quiero contarles nada. Si les contase eso, querrían saber más y yo no estoy preparada para enfrentarme a eso.
Me abrocho el cinturón y el no dice nada al respecto de que yo no me haya sentado a su lado como siempre: Respeta mi espacio y se esfuerza por comprenderme. Por eso es mi amigo.
-¿Que he hecho esta vez? -Pregunto suspirando.
-¿Qué te parece si decimos que te quedaste dormida y que llegaste tarde? Puedo decir que como castigo te lleve a mi despacho para hablar de tu impuntualidad y la charla duro más de lo previsto: Unas horas para ser más exactos. -Es un señor tan amable... Me gustaría poder saber su nombre, para así poder tutearle al igual que él hace conmigo.
-Claro, como sea -digo sin expresión mirando por la ventanilla de su coche, sin ver nada concreto. Ya estoy cansada de todo esto.- Ya sabes que me da igual.
-Eh -noto que me mira a través del espejo retrovisor- Sé que esto no te gusta, pero es por tu bien. Queremos ayudarte.
Su mirada se intensifica clavando sus pupilas en las mías. Por un momento me da la impresión de que está intentando decirme algo, pero rápidamente me saco esa absurda idea de la cabeza: Solo intenta poner más emoción en lo que ha dicho de ayudarme.
Debo de estas volviéndome loca, de hecho no sería raro que estuviese paranoica después de todo esto.
Y seguramente si alguien me estuviese escuchando, pensaría que estaba en el psicólogo, pero no. Estaba en la CIA.
En realidad se llama CIAG -Centro de Investigación de Ángeles Guardianes-, pero la llamamos CIA para abreviar y para burlarnos de la empresa "secreta" que todo el mundo conoce y que sale en cada película, a pesar de ser algo "secreto".
Lo nuestro sí que es algo secreto.
El Sr. Bowel aparca en el instituto. Salgo del coche y saco mi mochila del maletero con la misma confianza que tendría si el coche fuera mío o de mis padres. Como todas las mañanas que voy a la CIA, hoy deje mi mochila en su coche antes de ir, para así poder venir directamente a clase, en vez de tener que pasar por casa a cojera y perder así, muchísimo más tiempo. Entramos y le sigo hasta su despacho, que está al otro lado de una puerta, en la que hay un letrero en el que pone "DIRECTOR BOWELL".
Yo me quedo en la puerta mientras el entra a todo correr y coge un bolígrafo de uno de los cajones que hay al otro lado de una mesa central, en la cual se apoya para escribir sobre una hoja.
Segundos más tarde se acerca a la puerta y me tiende el folio, dale eso al profesor que este en clase.
Miro el justificante que me ha escrito en el que pone exactamente lo que él dijo que pondría: Llegue a tarde y el conserje me envió a su despacho para hablar con él. Todo eso acompañando de su firma, la fecha y escrito sobre un papel, en el sale impreso el logotipo del instituto, haciendo del papel, uno valido y oficial. Nunca habría podido falsear algo así, y con suerte el profesor que esté dando clase en estos momentos, lo sabrá.
-Gracias -le sonrío colgándome la mochila de un solo hombro.
-Venga, vete. No pierdas más clase.
No hace falta añadir nada más. Asiento con la cabeza y voy por el silencioso pasillo hasta el aula.
Como dije, hay infiltrados en todas partes rodeados de ilusos que piensan que el mundo es tan normal como ellos.