10
A las ocho y media exactas despierto a mi madre. Mientras cena, la cuento que hoy celebramos el cumpleaños de Sarah por lo que yo cenare unas pizzas más tarde.
-¿Ira Dean?
-No, ni siquiera se conocen.
-¿Y porque no les presentas?
-Porque estará Ethan.
-¿Pero no se han conocido ya?
-Sí, pero no quiero arriesgarme a se vuelvan a ver y aclaren lo que ocurrió.
Mi madre asiente pensativa, mientras sigue comiendo. Cuando termina la cena añade:
-Ya sabes que no tienes hora para volver a casa, siempre y cuando a las ocho de la mañana estés en clase preparada para aprender.
-Pero… -digo, ya que siempre hay un pero.
-Pero no quiero que salgas sola de noche.
-No estaré sola.
-Hija, trabajo en un bar. Se perfectamente que algunas personas que salen los domingos por la noche no son amigables.
No me gusta por donde está yendo esta conversación.
-Pero iremos un grupo grande. Muchas animadoras y parte del equipo de futbol irán. Además nuestra intención es ver una peli.
-Ya, pero sabes que pasadas las doce algunos del grupo querrán ir a tomar algo y yo no quiero prohibiste que vayas, pero tampoco quiero que te pase nada.
-¿Que tengo que hacer para que me dejes ir? -digo suplicándola
-Lleva a Dean. Sé que sois muchos, pero él es el que más confianza me da porque nadie en su sano juicio le pondría la mano encima, ni tampoco a sus acompañantes.
-Al igual que causa respeto en los extraños, lo causara en mis amigos. No quiero que llegue el y se forme un silencio incomodo por llevar a un chico siniestro a una fiesta que no fue invitado.
-Cierto. –Suspira- Está bien. Si vas a algún bar, que sea en el que estoy yo trabajando. Así sabré que estas bien y además podre invitaros a alguna ronda –dice guiñándome un ojo.
Pongo los ojos en blanco.
-Nosotros no bebemos.
-Por eso. –Ríe- Lo ofrezco por educación sabiendo que no aceptareis, en realidad no puedo invitaros a nada, solo soy una camarera.
Niego con la cabeza riendo.
-Está bien, si con eso te quedas más tranquila…
-Aún hay más.
-uh. Dime
-Le pediré a Dean que te espere en casa hasta que regreses.
-¿Qué? ¡NO! –No me atreveré a mirarlo a la cara después de decir lo que dije- Mama, por favor, eso no tiene ningún sentido. Cuando yo vuelva ya estaré en casa y no lo necesitare para nada. –Mi madre me mira y me doy cuenta de que no tiene intención de cambiar de opinión, por lo que añado desesperada- Tendrá planes… y… no quiero ser una carga para él…
-Esa es muy condición. –Se levanta de la mesa- En cuanto me ponga el uniforme, iré a su casa a preguntar.
En lo que mi madre se viste le envío un mensaje a Ethan:
-allí estaré. ¿A las 21:45 donde siempre?
Me despido de mi madre con una amplia sonrisa y cuando escucho que la puerta se cierra, corro desesperada a mi habitación. Dean no está en la cocina, pero en cuanto mi madre llama a su puerta, noto movimiento en uno de los pasillos. Me alejo de la ventana muerta de vergüenza y voy hacia mi armario en busca de algo que hacer para ignorar todo esto. Escojo una falda larga por detrás y corta por delante de color rosa perla, y la convino con un corsé blanco de encaje que deja ver un poco de mi vientre. Añado unos tacones blancos con un bolso y un cinturón a juego.
No he terminado de ponerme los zapatos cuando llaman a la puerta. Supongo que será mi madre, que vendrá a decirme que le ha dicho Dean. Como no quiero que llegue tarde al trabajo –el cual está bastante lejos-, corro hasta la puerta con un tacón puesto y el otro en la mano, dando pequeños saltitos.
Abro la puerta sin mirar y me apoyo en la pared de espaldas a la puerta mientras que con la mano que no me está sujetando, me pongo el otro zapato con prisas.
-Estas preciosa. –Me sorprendo al darme cuenta de que no es la voz de mi madre.
Me doy la vuelta y en vez de tener a mi madre frente a mí, encuentro los profundos ojos de Dean.
-soy tu niñera -me muestra una sonrisa torcida acompañada de una ceja levantada.
-No te burles. -gruño.
-No lo hago.
-En tu mente sí.
Dean ríe.
-¿Y mi madre?
-Ya se ha ido.
-Vale, perfecto. Vete a tu casa y quédate ahí. -empiezo a hablar apresuradamente- No me va a pasar nada y aunque sucediese algo, tu aquí no me sirves de mucho, así que vete a hacer lo que tengas que hacer.
-Lo que tengo que hacer es cuidar de ti. Ordenes de tu madre.
-ya, pero seguramente tengas planes, y mi madre no está aquí.... -me callo dejando claro lo que es evidente.
-¿Planes? -ríe amargamente- ¿He de recordarte que tú eres mi prioridad esta noche? Es cierto que no lo serás de la manera en la que me gustaría, pero echando a un lado lo personal, tu madre me lo ha ordenado, y además me dedico a protegerte constantemente, tus planes son más importantes que los míos y debo cancelar cualquier cosa que se interponga entre mi vida profesional y yo mismo.
Y supongo que con vida profesional se refiere a mí. Vaya... dicho de ese modo parezco una carga insoportable. Me odio por haber sido tan dura con él antes. De hecho, me doy cuenta de que él ya lo ha olvidado y que por el contrario, yo estoy a la defensiva por si saca el tema. Debo calmarme.
-Quizá no debería ir. -digo pensativa- Así tu podrás hacer lo que tenías pensado hacer.
-tengo orden de quedarme aquí toda la noche. Si quieres, podemos quedarnos juntos. –alza una ceja insinuante.
-Lo decía para no ser egoísta, pero si debes quedarte de todas formas...
Doy media vuelta para ir a mi habitación, cuando dice apresuradamente:
-No quiero que vayas.
-¿Qué?
Repito esa media vuelta a la inversa, para estar como estaba.
-No vas a ir.
-¿por qué no?
-porque lo digo yo.
Me conozco este truco. Alzo una ceja.
-¿Es un chantaje? ¿Qué quieres a cambio? Hablamos de dinero, ¿cierto?
-Cásate conmigo -dice como si fuese la idea más brillante del mundo
-¿Qué? Ni loca voy a casarm…
-Quiero tener dos hijos -me interrumpe- un niño y una niña
Miro a esos insistentes ojos azules, riendo. No tiene remedio. La forma en la que lo ha dicho... no parecía tener truco alguno. Más bien parece que lo que quiere decir es exactamente lo que ha dicho: Quiere que estemos juntos y la forma en la que me lo dice, me resulta irresistible.
Niego con la cabeza aun riendo. Y él me muestra una tímida sonrisa.
-¿Y cómo los quieres llamar? -una sonrisa se escapa de mis labios casi sin darme cuenta.
Él levanta la mirada sin dar crédito a lo que ha escuchado salir de mi labios, haciendo que nos miremos a los ojos.
-como tu prefieras, mi amor
Vuelvo a sonreír dándome la vuelta y cogiendo mi bolso.
Sería tan bonito estar a su lado el resto de nuestra pequeña eternidad...
Suspiro.
No. Eso sería imposible.
-no tengo hora de vuelta -digo dando por terminada la conversación- no me esperes despierto si no quieres.
-Claro que quiero -gruñe- y si tienes hora de vuelta. A las diez y media tienes que estar aquí.
Aggh es tan irritante cuando se lo propone... entiendo que no le agrade que termine esta dulce conversación porque yo quiera ir con mi novio, pero tampoco es mi padre, no puede decirme hora de vuelta.
Ethan me está esperando antes de que yo llegue, lo cual es un alivio, ya que, en el autobús, dos pardas atrás se subió un chico con capucha que no paraba de mirarme. Llegamos a casa de Sarah y ya hay algunas personas. Cuando llegamos todos, alguien pone la película, mientras su padre calienta las pizzas.
Al parecer, según todos, la película es preciosa, pero yo no he prestado ni un mínimo de atención. En mi mente solo aparece Dean aburrido en casa mientras yo me divierto con Ethan. Gracias a estos pensamientos he descubierto que Ethan solo me atrae y que le tengo cariño, pero no le quiero como a Den. Debo terminar con esta farsa cuanto antes.
Miro el reloj. Son las 00:45. Uf. Dean me va a matar... llamo al timbre y espero impaciente.
A los dos segundos exactos se abre la puerta.
-buenas noches. -su tono frio y cortante lo dice todo
-¿Y esos morros? ¿No has dormido muy bien?
-llegas tarde. Dos horas y quince minutos tarde para ser exactos.
-oh, vamos... No eres mi padre.
-Él no está aquí, alguien debe ocupar su lugar.
Suelto una risita y lo abrazo.
-No es hora de regañarme, sino de dormir, papi, y eso es justo lo que yo voy a hacer. Buenas noches.
Entro, corriendo, en mi habitación y cierro la puerta tras de mi para que así no me regañe. Caigo rendida, boca abajo, sobre la cama.